viernes, diciembre 04, 2009

Todo por un café

Lo de vivir juntos vino después.

Se había hecho imposible de soportar, todos los días a toda hora mientras estabamos en el mismo lugar era un infierno. Nunca tuve claro qué quería de mí o qué le podía dar pero se veía tan perfecto. Él solía orinarse en los pantalones todas las mañanas después de luna llena, lo sabía bien y no se hacía el tonto, usaba sus pañales. Pero, era muy incómodo en ciertas ocasiones, ustedes me entenderán. Siempre tomaba avena en el desayuno y cuando no había se comía las hojuelas en leche con uvas pasas. Tenía un extraño gusto por las hormigas. Un día llegó a casa con una caja transparente de arena, la colocó en el comedor y todos los jueves a las 5 de la tarde se sentaba con un café a mirarlas trabajar. Lo sé porque era mi día libre y aunque yo prefería salir a caminar, su café tenía que estar en la mesa a las 5 en punto.

Bueno, que les puedo decir era una mujer hermosa, cuando la ví me impactó. La conocí en una cafetería y me encantó la forma en la que limpiaba la espuma del capuccino de su boca. Tengo que decir que nunca imaginé que viviríamos juntos, estaba fuera de mi alcance, pero la verdad no me esforcé para nada en conquistarla. O estaba muy desesperada o en ese momento resultamos perfectos el uno para el otro. No soy muy optimista, a veces creo que se trata de una broma de mis amigos, porque una mujer que parece de otro mundo no puede fijarse en alguien como yo.

Lo de vivir juntos vino después, yo no sabía mucho acerca de su vida y supongo que la mía no era tan interesante. Me dediqué a encontrarle patas al gato, pero no las tenía, todo era perfecto. Pero ese día, cuando regresé a casa y el café no estaba en la mesa, noté que algo andaba mal. Subí al cuarto y me encontré con una sorpresa muy desagradable. Llévabamos mucho tiempo sin estar juntos y en ese momento supe por qué.

Después de darme cuenta de lo que había hecho los dejé tirados en la cama.
Sus ojos estaban cerrados.
Y yo nunca volví.

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