jueves, diciembre 17, 2009

Fue por la mantequilla

Yo nunca había podido experimentar lo que es estar muerto, no existir en realidad. Y anoche lo viví. Me morí durante tres momentos diferentes, me pareció bastante interesante así que les voy a contar lo que tienen que hacer si quieren saber cómo es la muerte sin morirse para siempre. Pensando en mi patria chiquita, entre meditaciones y sonidos del bombo caminaba, creo que estaba bailando y saludando a la gente a la vez. Llegué a la estación, el bus se demoraba, yo pensaba que bañarse se siente muy bien. Recordaba la sensación de limpieza que experimenta mi nariz cuando siente el agradable olor de una piel hidratada con aceite de almendras. No me dí cuenta cuánto tiempo pasó, pero cuando por fin llegó, entré a él envuelta en una masa de color gris, café y azul oscuro, eran esclavos que se movían desesperados y no se daban cuenta que yo estaba ahí muy tranquila y que no quería ser perturbada. Ellos técnicamente me arrastraron al interior, como tratando de decirme: "aquí te quedas y no vas a estar tan tranquila durante el resto de tu vida, así que acostúmbrate al 8 y al 5".

Decidí no prestarles atención y sujetarme al pedacito de tubo aguado y mojado que colgaba del techo, empecé a sentir un mareo a los diez minutos de trayecto. Mientras más mareo sentía, más lento iba el bus y afuera todo se movía rápido, sentía que estábamos detenidos en un segundo y que ese segundo era tan lento que podían pasar cincuenta carros al lado y nada adentro se movía. En ese punto me dí cuenta que yo no era la única que iba a morir ese día. La sensación del movimiento externo cada vez era más intensa, así que cerré los ojos y en el siguiente segundo que tambien fue eterno, me agaché. La gente a mi alrededor seguía normal, no tenían por qué alterarse, lo único que podía pasar era que vomitara sobre uno de ellos, pero yo me aseguré de que eso no pasara. Retomé el control de mi cuerpo, y me levanté. A mi lado estaba una señora que me preguntó: "¿Estás mareada? ¿Te sientes bien?", en verdad sí estaba mareada pero me sentía bien, me sentía muy bien, así que nada más asentí con la cabeza y le dije: "Tranquila, gracias." Me recomendó cambiarme de lugar, y acomodarme frente a una ventana para que me entrara aire, le hice caso inmediatamente. Un tipo que estaba al lado izquierdo me miraba y después de un rato de estar ahí, colgada de ese asqueroso tubo, me dijo: "Si te vas a caer, cáete para este lado que yo te recojo." Yo no le contesté nada, obviamente no tenía nada que decirle y en verdad no me hubiese gustado caer sobre él. Volví a cerrar los ojos y ví nubes y un sol radiante, se veía tan lindo que me quedé ahí quieta hasta que logré bajar de ese bus rojo.

Cuando llegué a la siguiente estación, tenía la sensación de que había mucha más gente de lo usual; no sabía qué hora era, no quería saber, pero el sól solo podía verse cuando yo cerraba los ojos. Caminé, caminé y caminé más. Salí de la estación 63 y entonces fue en mi siguiente parada donde volví a desaparecer. Yo quería comer una arepa rellena, entré al lugar pasando a través de unas cuantas personas que obstruian la entrada, me senté, dije: "Buenas...", nadie contestó, "Buenas noches, buenas..." habían tres personas encargadas que pudieron haber contestado, pero ninguna lo hizo, no volteban a mirar, no me escuchaban, porque yo no estaba ahí. Una de ellas paso a mi lado, me miró y sonrió, pero a ella tampoco la escuchaban, ni la veían, así que supuse que ella también estaba muerta. Y veía mucha gente afuera, gente que caminaba y que había visto tambien en la estación, gente muerta.

Abrí los ojos y entonces sí me vieron, la señora que siempre me atiende me preguntó que quería yo hice mi pedido y esperé que me diera mi comida. Miré hacía mi derecha y el reloj decía que era la 1:15 a.m., me asusté porque había salido a tomar el primer bus a las 6:30 p.m. y no podía haberme demorado tanto en llegar, aunque me había pasado tres estaciones mientras estaba agachada, no tenía sentido haberme demorado tanto. Aunque esa fue mi primera muerte y por eso tal vez me había demorado mucho más. Comí muy rápido, a la 1:20 ya había terminado mi gaseosa y mi arepa, no estoy segura de haber pagado la cuenta, pero sí sé que me levanté y me fuí. Llegué al lugar en el que vivo, que no es mi casa, es sólo el lugar en el que vivo, y me senté. La mantequilla estaba afuera y me estaba hablando. No había nadie, sólo ella y yo, me seguía diciendo cosas, me miraba fijamente y yo no sabía que decirle, estaba muy apenada por haber llegado tan tarde, pero le aseguré que no era mi culpa, que me había muerto dos veces y que no sabía si eso volvería a suceder, así que no tenía sentido pedirle perdón si tal vez volvería a pasar.

Ella dejó de hablarme, yo entré al baño sin saber que estaba lleno de ranas, pero tenía que orinar, había tomado mucha agua. Me metí a la ducha, tenía la ropa puesta, pero una amiga me había dicho una vez que era muy bueno bañarse con ropa, me acordé de ella y lo hice, aunque no sé si lo hice bien, pero lo hice. Entré a mi cuarto, miré por la ventana y ahí estaba él, ya lo había visto antes, un par de veces me había encontrado con alguien que se le parecía, traté de verlo con más detalle, pero estaba oscuro, las ventanas estaban algo sucias y no podía ver bien, tenía algo rojo saliendo de mis ojos, era como un aire con una extraña potencia que no me dejaba hacer nada de lo que yo quería hacer, como llegar temprano, yo quería llegar temprano, pero mis ojos permanecían cerrados.

Me dí cuenta que otra vez estaba muerta porque abrí los ojos y cuando los abrí él ya no estaba; estaban todos los demás, los de la estación, los del bus rojo, la señora que me sonrió, pero él ya no estaba sentado donde lo había visto. Esa tarde comenzamos a caminar de una manera muy extraña, creo que la mayoría de las personas que se veían por fuera de nuestras cabezas estaban pensando que algo nos pasaba. En realidad, sí. Habíamos tomado mucho vino. Pero resultaba extraño porque el efecto de adormecimiento nos despertó mucho más en el sueño. Volví a cerrar los ojos y en ese momento dejé de escribir, me quede quieta mirando al sol.

Creo que lo que tienen que hacer queridos amigos es siempre cocinar los champiñones con esa mantequilla mágica.

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